Queda poco más de un mes para terminar el V centenario del nacimiento de Santa Teresa. Imposible enumerar todas las iniciativas que se han realizado con este motivo y el alcance de todas ellas.
Para mi está siendo un tiempo de gracia.
He recorrido muchos lugares cantando, conociendo personas, comunidades, orando con los textos y palabras de la santa y haciendo Iglesia: Toledo, Aranjuez, Úbeda, Guadalajara, Ávila, Mora de Toledo, Santander, Logroño, Verona, Sevilla, Malagón, Sotillo de la Aldraba, Galapagar, Loyola, San Lorenzo del Escorial y muchas parroquias en distintos barrios de Madrid. Han sido más de 30 conciertos y aún quedan algunos más como Puçol (Valencia) o Albacete.
Siempre, en el fondo, he tenido la sensación de haber sido instrumento en manos de Dios. Y también de sentirme indigna. Muy pequeña. Al principio me costaba situarme junto a una mujer de semejante calibre para prestarle voz. Me parecía una osadía. De ahí que me enfrenté a los conciertos Teresa, alma de fuego con cierto temor porque son textos hermosos y profundos pero cantarlos supone un plus de intensidad y pasión que no estaba segura de poder ofrecer. Porque el canto y la vida son una sola cosa. Miedo a cantar sin vivirlo o hacerlo propio. Poco a poco lo he ido perdiendo, pues he experimentado que la fuerza de atracción de la relación entre santa Teresa y Jesús es tan grande, que yo permanezco a un lado, como espectadora privilegiada de lo que Dios hace en cada uno, en cada una. Todo esto me ha despertado grandes deseos de seguir buscando ese fuego y de encender otros fuegos.
Ahora comienza el nuevo curso y con ello nuevos retos e ilusiones. Seguir cantando. Seguir compartiendo la vida. Seguir poniendo al servicio los dones, los talentos, la formación… Seguir creciendo en la vocación comunicadora, evangelizadora. Seguir haciéndome compañera… Buena compañera. Aprovechar las oportunidades, las ocasiones, los medios a mi alcance… Seguir viviendo con alma de fuego.
Siempre buscando amar más y servir mejor.