Como muchos otros cristianos que trabajamos en ámbito educativo, nos acercamos a una de las épocas que más tememos: Halloween. Nos encontramos casi siempre sin armas para hacer frente a la avalancha de fiestas, películas y actividades en torno a una imaginería de terror. Halloweeen es, sobre todo, un gran invento comercial: un negocio. Y también una fábrica de fantasías oscuras que van llenando poco a poco las cabezas de nuestros niños y jóvenes. Varias son las posturas a adoptar a nivel pastoral:
- Ignorarlo
- Rechazarlo y condenarlo
- Atacarlo y luchar contra ello..
Habrá más, pero para mí, la posición más inteligente es la de aceptarlo y convivir con un elemento que ya está integrado en nuestra cultura (aunque el origen sea externo y no encontremos raíces en nuestra cultura) pero, a la vez, reforzar y dar elementos para profundizar y celebrar la fiesta cristiana, a la que va poco a poco minimizando. Ayudar a los niños y jóvenes a hacer sólidas nuestras convicciones y creencias pienso que puede ser única manera de «inmunizarlos» ante tantos estímulos que nada tienen que ver son nuestra fe y a vivirlo, como lo que está llamado, nada más que a una fiesta de disfraces.
Para ello, ofrezco esta propuesta que ha surgido un poco por casualidad, viendo en casa la película: La canción del mar. Se trata de una película distinta, muy original y profunda. Se enmarca en la mitología y las tradiciones celtas y está llena de simbología. La aventura que Ben y su hermana Saoirse viven es precisamente durante la noche de halloween y, aunque transcurre totalmente al margen de los festejos y los disfraces de la ciudad, es precisamente eso lo que le da sentido, desde un trasfondo cristiano (incluso católico, a juzgar por las imágenes de la virgen ye del sagrado corazón que aparecen en la casa de la abuela y que ambienta toda la cultura irlandesa).
El sentido de la fiesta cristiana es la vida en comunión de los difuntos. El canto de la niña selkie representa el Espíritu de Dios que da vida… Y va inundando todo de luz a su paso. Capaz de vivificar todo lo que ha sido petrificado y esta inerte. Nada que ver con las imágenes de zombies y seres malvados que nos invaden. La música – en este caso el canto tierno y dulce de una niña – libera y sana, como símbolo de la fe, la esperanza y el amor.
La película integra el mundo de las emociones y sentimientos y también ofrece una visión cristiana y liberadora del mundo de las personas que no están con nosotros, que ya están en el cielo. El mar y sus habitantes simboliza, a mi modo de ver, el cielo y la presencia de Dios. En él hay vida. Pero también está envuelto de misterio, de personas y situaciones que desconocemos. El dolor y el sufrimiento están presentes pero también el amor y la ternura a partes iguales. Preciosa la actitud de Ben, el protagonista, luchando por cuidar y defender a su hermana.
He aquí mis sugerencias antes de hacer un vídeo forum para trabajar con ella a nivel pastoral:
- Me parece muy buena para trabajar en estas fechas, como una alternativa profunda y creyente a la fiesta de Halloween.
- A pesar de ser para todos los públicos, yo la recomiendo para la franja entre los 8 y los 12 años. Para más pequeños puede resultar demasiado compleja. Y para los más mayores, quizás con una estética que capte poco su atención. En cualquier caso, cuanto más mayores, más posibilidades de trabajarla en profundidad.
- Lo ideal sería dedicar una sesión amplia o dos breves.
NO puede ponerse sin una preparación previa y sin haberla visto nosotros antes. - Es importante utilizar las claves que se ofrecen en las fichas didácticas de la página web: https://www.karmafilms.es/lacanciondelmar/colegios.html
Debemos leer antes la historia y los personajes, ya que con mucha probabilidad tendremos que explicar algunos detalles después de la visión - Los materiales son, en este caso, imprescindibles para poder sacar partido a esta joya del cine de animación.
Espero que sea de utilidad… Y también que poco a poco vayamos encontrando recursos para facilitar la integración de nuestra fe en nuestra cultura, para transformarla desde dentro.