GRACIASEstos días se celebra en mi ciudad en Mad COOL Festival, uno de los eventos musicales más importantes de Europa. Las cifras impresionan: 122 grupos musicales actuando en directo durante tres días, en un espacio de 200.ooo metros cuadrados y un total de 240.000 asistentes. Me encanta comprobar que la música sigue haciendo vibrar a tanta gente y que, a pesar de la crisis en las ventas de los formatos clásicos, la industria musical sigue ofreciendo experiencias culturales de este calibre.

El contraste con mis cifras (que supongo semejantes al resto de cantautores de música cristiana) es brutal. Pero, sinceramente, no me siento acomplejada. Celebro con sorpresa y humildad, haber alcanzado los 1.000 seguidores en Spotify. También me impresiona saber que en Youtube, mis canciones (especialmente Amando hasta el extremo), sumando los diferentes vídeos que espontáneamente la gente ha ido subiendo, suman cerca de un millón de visualizaciones. De vez en cuando entro en la zona de análisis de mi página web y dedico un rato a ver las estadísticas. Hay grandes picos de visitas cuando alguna de mis canciones aparece en la plataforma RezandoVoy. En los días inmediatamente posteriores, siempre hay algún «oyente» que se pone en contacto conmigo para darme las gracias por mi música, para decirme que me descubrió ese día en la oración. Es algo que siempre se agradece.

Cuando cantas en directo, tienes la oportunidad de ver los rostros de la gente y también la oportunidad de saludar a quienes se han acercado para orar y cantar juntos. Pero la música grabada y, más concretamente, la que se encuentra ya en el inmenso océano digital de las redes, multiplica infinitamente el alcance de mi voz, pero no siempre hay retorno. Llega mi canto y con él, llego yo. Pero no hay verdadero encuentro hasta que quien me escucha, no me devuelve su palabra. Por eso agradezco cualquiera, por sencilla y breve que sea. Porque me hace experimentar el encuentro con la otra persona. En cualquier caso, también me siento agradecida por saber que son tantas las personas que me escuchan. Y a pesar de ser muchas, desconocidas para mí, son minorías.

Hoy, me gustaría agradecer precisamente esas minorías que me escuchan y que se interesan por lo que canto y, quizás, hasta por mí. En algunos países, tengo oyentes o visitantes únicos: Vietnam, Mozambique, Mianmar, Mali, Marruecos, Israel, Haiti, Ghana, Irlanda, Malta, Dinamarca, Hungría, Camerún o Indonesia… En otros países son dos o tres: Bélgica, Canadá, Noruega, Australia… Luego están esos países de habla hispana en los que cada vez más personas me escuchan: Uruguay, Panamá, Argentina, Nicaragua, Costa Rica o El Salvador. Y los tres países donde más oyentes tengo: España, México y Estados Unidos.

Sí, muchas gracias a todos y a cada uno de los que me han escuchado alguna vez. A los que lo han hecho de manera puntual y a los que lo hacen de forma habitual. Mi música, como toda la música cristiana contemporánea, es para minorías. Es para vosotros. Canto cuando me encuentro con Dios y cuento lo que necesito expresar. Y ese canto es el que provoca el encuentro con el otro. Gracias por las minorías que escuchan… porque en ellas cobra sentido mi quehacer.